Annabella

Cuento compartido y escrito junto con Virginia Cascán

Jueves....

 

Annabella no tenía ganas de nada esa mañana...

Pero se levantó de la cama.... Se sirvió café y se sentó mirando a la nada a través de los grandes ventanales de su apartamento,

Comenzaba a llover... Esa lluvia que golpea y te insulta mientras cae para que no salgas. Que te intimida para que apenas quieras salir de la cama. Esa lluvia a ella le traía buenos recuerdos, le gustaba oír llover y ese olor a tierra húmeda en el ambiente.

El ruido del timbre la sacó de sus pensamientos...

El cartero aporrebaba su timbre con un paquete en las manos. Annabella se extraño mucho, no había hecho ninguna compra y no esperaba nada...

Más se extrañó de ver un paquete a su nombre y envuelto en un delicado papel de regalo...  Ni siquiera era su cumpleaños  Pero lo abrió...

En cuanto lo hizo miró a uno y otro lado ruborizada con esa sensación de buscar la cámara oculta...

¿¿¡¡Lencería!!?? ... ¡¡¡Aquello no era lencería!!!. Era... era... bueno era eso que jamás una chica decente se pondría.

Examino las prendas con curiosidad , un precioso y seductor conjunto de lencería en encaje y seda en blanco que no dejaba mucho a la imaginación una vez puesto.

La cuestión era quién se lo había mandado... y cómo sabía su talla ¡¡Si es que “eso” tenía talla!! Pensó si probárselo.... ¿Y por qué no?. El ponerse una cosa así tampoco es malo.

Delante del espejo hasta se sentía deseada y poderosamente bella... Ella que lo más sexy que tenía era un conjunto de algodón con una tímida puntilla en los tirantes... Se miro al espejo y extrañamente se sintió segura de si misma vestida simplemente con esos minúsculos trozos de encaje... Se soltó el pelo ante el espejo y su melena negra se descolgó sobre sus hombros... Su mechón rojo se reflejaba en el espejo como un destello.

Y entonces sonó el timbre, casi asustándola.

Se puso su bata rápidamente encima, en la puerta había un hombre, desconocido... La mirilla apenas dejaba ver su rostro... sonreía...

“¡¡¡Para Testigos de Jehová o vendedores de Planeta estamos ahora!!!” Pensó...

Decidió no abrir.

El hombre misterioso insistió...

Ella abrió, el caballero le preguntó si era ella Annabella... Y le entregó un sobre al tiempo que volvía sobre sus pasos y desaparecía escaleras abajo. Cada vez más nerviosa, preocupada, casi asustada abrió el sobre... no había más que unas letras: 

“No hay flor más bella que la que miras sin poder alcanzar nunca”.

Aquello no era nada bueno, pero inexplicablemente la hacía sentirse bien... demasiado bien, con aquella seda acariciando su cuerpo.

Ni siquiera sabía el tiempo que llevaba pensando, ensimismada, en todo aquello cuando volvió a sonar el timbre.

Esta vez no abriría, se sentía asustada.

“Abre por favor, quiero explicártelo”.

No, no iba a abrir.....

Un sobre. Otro sobre, se deslizó por debajo de la puerta, temblaba cuando leyó aquello...

Un hombre la deseaba y, a juzgar por lo que decía, de una manera irrefrenable.

¿Y cómo sabía tanto de ella? ¿Y cómo decía que podía dibujar su cuerpo de memoria?

¿Cómo osaba decir que bebería de donde nadie había bebido?

Ella se sonrojó entre asustada y nerviosa y decidió guardar todo y olvidarlo.

Se metió en la ducha y el agua depuró sus nublados pensamientos....

La mañana lluviosa pasaba rápido pero ella seguía dando vueltas a aquella caja, a aquellos sobres...

En eso pensaba mientras removía una y otra vez su café ☕️ en aquel bar.

En eso y en por qué había decidido no quitarse aquel conjunto, aún vestida y el mundo ignorante de ello, se sentía desnuda y observada. Fue entonces cuando lo oyó su voz, algo temblorosa, no era acosadora, pero si mostraba un matiz de ansiedad. Le había saludado y le había pedido permiso para sentarse un hombre...

En tales circunstancias le pareció una tortura, ella sentada, preocupada y con un nerviosismo difícil de definir... y enfrente un hombre

No parecía muy contento de estar allí, nervioso, pálido... sin embargo su boca fuertemente apretada, su mentón, sus manos sobre la mesa...

Tenía que centrarse en lo que decía 

¿¿¿Era él???  Él decía que se conocían y quizás fuera cierto, sus ojos iban clavándose en su escote y ella, incapaz de mover siquiera sus manos, se lo ofrecía mostrando más de lo que nunca había mostrado.

¿Una fiesta? ¿Amigos comunes? ël le recordaba con todo lujo de detalles de qué la conocía y desde cuando. No sabía por qué pero estaban dejando de importarle las explicaciones.

Jamás debí fijarme en ella, pensaba él, y mucho menos haberme acercado de esta manera tan absurda, debe de pensar que estoy loco... Además un loco peligroso. Me va a ignorar en el mejor de los casos...

Es él, afirmaba para si ella, ¡Cómo me mira! 

Su palabras, sus justificaciones absurdas, empiezo a no oír sus palabras. Debe imaginar que llevo su regalo.

Sus pezones apenas podían disimularse debajo de su blusa 

Y él los miraba y los miraba sintiendo cómo su cuerpo se tensaba, temiendo que aún tapado por la mesa, no pudiera disimular el resto de su cuerpo a dónde iba su sangre a agolparse sin remedio.La situación entre absurda y surrealista empezó a cautivar a ambos...

Él la miro pidiendo permiso con la mirada para sentarse a su lado y ella asintió cabizbaja.

Titubeante el soltó... Me llamo Aarón... Ella no articuló palabra.... Solo lo miraba embelesada por aquella voz ronca que le había atravesado las entrañas llevando una húmeda sensación de deseo que se instalaba  directamente entre sus piernas.

Él sentía el nerviosismo y la timidez de ella, casi tan excitante como las reacciones que tenía su cuerpo, aquella que le obligaba a no acariciarla, a no tocarla, a sentir esa incómoda sensación de su miembro reventando su ropa.

Alargó su mano tímidamente hasta rozar su rosada piel con la yema de los dedos. Se dió cuenta de cómo ella, su cuerpo, reaccionaban a ese tímido contacto.

Ella sintió cómo su excitación recorría su cuerpo endureciendo sus pechos y haciendo que todo pareciera deshacerse bajo su cintura. Consiguió almacenar el valor suficiente como para alzar la cabeza y mirarlo. Sus ojos se encontraron frente a los suyos... Esa mirada la atravesó, sus pensamientos se nublaron y fijo sus ojos en sus labios. Unos labios carnosos rodeados por una fina y cuidada barba de tres días...

Él solo tenía ojos para sus inmensos pozos verdes que le incitaban a conquistarla. Casi como un autómata la guió de la mano al único lugar donde estarían a resguardo del mundo.

Siempre elegía aquel hotel, aquella cafetería con espléndidas vistas a la ciudad. Sabía que estarían a gusto en él, en alguna de sus habitaciones...

Habían subido en silencio, sin apenas mirarse, todo su valor había quedado en el hall del hotel.....

Sin embargo, nada más cruzar la puerta el tiempo se detuvo mientras uno se abalanzaba sobre el otro.....

Él pugnaba por arrancar su blusa para lamer sus pezones, para saborear sus pechos, mientras sus manos los recorrían aún retenidas entre las mangas de su chaqueta que ella se afanaba en quitar.

El ver el conjunto que él había elegido para ella no hizo si no aumentar su excitación, y se paró a mirarla...

Ella se lanzó sobre sus labios sin importarle ni su barba ni su lengua, que intentaba enredarse con la suya. Nunca había demostrado esa habilidad para deshacerse de la ropa, ni de la suya ni de la de él

Desnudos, uno contra otro, apenas tenían tiempo de recorrer sus cuerpos entretenidos como estaban frenéticamente devorándose el uno al otro... ambos gemían como animales 

Ella ya no pensaba ni mostraba vergüenza por atenazar entre sus piernas la de él y buscar estimular aún más su empapado clítoris 

Él la sentía, sentía su piel en su miembro ya incontrolable, duro y amenazando con explotar, y entonces ella lo agarró, sus manos detrás de su cabeza, impulsándolo con suavidad mientras le sonreía a arrodillarse y explorar su cueva. Él aceptó el reto y se afanó, sediento, en lamer y mordisquear aquello que le ofrecía.

No parecía capaz ella de nada más, sus gemidos eran gritos guturales, hasta quedarse casi en silencio 

Aarón ya no podía más, la levantó en volandas desde su cintura e hizo que lo sintiera bien dentro, como un animal se movía una y otra vez con cada vez más fuerza, más rápido...

La miraba, la besaba, la lamía... fuera de sí

Anabella que había sentido cómo la penetraba, apenas pensaba ya en otra cosa que en el placer que sentía, en las sensaciones que estaba viviendo cuando sintió el último espasmo de placer que acompañaba al suyo...

Desechos quedaron uno junto al otro y se miraron ya sin miedo, hablándose con sus ojos, dejando que se juntaran otra vez sus cuerpos, cariñosos, lentamente... hasta preguntarse dónde habían estado todo este tiempo y murmurar juntos un te quiero....

Y  él, al que nunca le habían gustado los tatuajes ni el pelo de colores extraños, descubrió que ella los tenía, miró al techo, se levantó, observó las vistas que tanto le gustaban y  pensó que no le importaba nada, que ella era simplemente perfecta con todas sus perfectas imperfecciones...

Mientras la observaba desnuda, exhausta sobre la cama cubierta con la fina sábana........ 

 

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