Él, que siempre la buscó enmarcada entre la dulzura de los besos claros de piel y de cabello, se la encontró con el mapa de la estrellas tatuado sobre su piel.
Marcando el camino hacia la gloria bendita de su boca, mostrando los cuatro puntos cardinales de su cuerpo, como Ariadna tejiendo su amor imposible para atraerlo sin remedio.
Se guardó la luz de sus dos luceros para no equivocar nunca el rumbo, y yo, que de estrellas entiendo lo justo, aprendí de pronto con un beso.
Me hice marinero solo por quererla, me hice el Simbad de sus mares solo para recorrerlos, amarlos y perderme en ellos sin tiempo y sin retorno.
Perdido entre sus curvas aún estoy aprendiendo su cuerpo.
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