Cuento de Navidad 2021

Hacía frío, mucho frío, tanto que hacía días que no abandonaba mi confortable hogar.

Mi lecho mullidito de pajas entre tierra seca a resguardo del rocio matutino y de las heladas nocturnas. Con un suelo que me daba todo lo que necesitaba para comer, yo no necesito mucho para mí. Me gustaba estar ahí caliente, distraído con el sonido de las ovejas y entretenido con las conversaciones de los pastores. Tenía, además de las ovejas, la compañía de un buey cachazudo y tranquilo que más que molestar me permitía acariciar su lomo, lo cual era una situación muy agradable. Y en eso estaba, uno de los días más fríos que presagiaban ya el invierno, cuando mi pequeño mundo se revolucionó. De la nada surgió una mula enorme, nerviosa, que no dejaba de patear toda mi casa y que hizo que corriera a buscar refugio en un rincón.

Había llegado acompañada de humanos, un hombre grande de barba poblada y una joven con muy mala cara. Él estaba nervioso y se afanaba en hacer una cama con “mi” paja y en “mi” suelo, poniendo mantas y todo lo que tenía y encontraba. Había intentado hacer fuego pero no había podido mantenerlo porque la joven, cada minuto que pasaba, tenía peor cara. La verdad es que estaba empezando  asustarme, no sabía qué pasaba pero no me gustaba.

Ella sudaba, gemía de dolor, se retorcía sobre el suelo y, a pesar de todo, hacía esfuerzos por sonreír. Él, preocupado, solo acertaba a darle la mano y procuraba que estuviera cómoda. Y entonces pasó…

La joven empezó a gritar de dolor, algo parecía  romperla por dentro y él, asustado, intentaba calmarla. El suelo se empapó de agua, un olor dulce llenó mi casa, la joven sudaba, estaba empapada de sudor y de pronto un líquido rojo se esparció hasta llegar a mi rincón. Se está muriendo, pensé, no puede ser bueno lo que tiene… y entonces se oyó: Un llanto fuerte, pronunciado, agudo, que llenó todo mi hogar.

Era un bebé, era un niño ¡Y cómo lloraba!

Él lo había cogido, lo había arropado y lo había  puesto en brazos de su madre que, con una sonrisa tímida y cansada, le besaba y le limpiaba con sus manos.

A todo esto no me había dado cuenta de que la mula estaba quieta junto a mí, así que le pregunté.

-¿Quienes son? ¿Qué hacen aquí? Este no es un sitio para estar con una criatura tan pequeña.

+Son María y José, una joven pareja de un pueblo apartado- me contestó la mula- y vienen a cumplir con sus obligaciones como súbditos de Roma.

-Han invadido mi hogar, lo han revuelto y ensuciado todo.

+Lo siento, no era nuestra intención, pero se puso de parto y no nos quedó más remedio que buscar un sitio donde parar y donde pudiera parir. Te pido disculpas en nombre de ellos y de mí. Yo les traje pero es que no supe encontrar un sitio mejor.

Aquella mula era muy sincera, estaba cansada y sus pezuñas mostraban el largo camino que había recorrido y cómo había corrido para llegar allí.

A todo esto, imaginaba que con el escándalo formado, los pastores se habían acercado y estaban dándole a la pareja todo tipo de cosas. Uno le dio un odre de agua, otro les trajo queso y pan, otro estaba ordeñando una oveja, otro estaba echando mantas debajo de la joven para que estuviera más cómoda, otro avivaba el fuego, otro cantaba y otros felicitaban al joven padre. A la mula también la cogieron de las riendas y la llevaron a pastar mientras le daban agua. Aquellos pastores decían que no era el escándalo lo que los había llevado hasta allí, si no un ser muy luminoso que les había dicho que allí, justamente allí, había nacido un ser maravilloso destinado a ser el mejor y más grande de los hombres. Ilusos supersticiosos…

Habían pasado las horas y los pastores se habían retirado, la pareja dormitaba con su niño en brazos y yo suspiraba aliviado porque (¡por fin!) podría descansar. Pero era demasiado bonito para ser cierto, desde la lejanía del camino se avanzaban hacia mi morada una comitiva de soldados, sirvientes y camellos que encabezaban unos señores con pinta de ser muy importantes. Eran tres y diferentes, como de tres razas, se pararon y fueron en dirección a los jóvenes. Aún me dura la sorpresa cuando vi a esos tres señores tan importantes, tanto que eran reyes, arrodillarse ante el Niño para rendirle pleitesía. Le entregaron presentes muy brillantes, olorosos y pegajosos, uno por cada uno de los reyes. Y cómo eran tres pues los llamé los Tres Reyes Magos por lo importantes que eran y las cosas tan increíbles que traían. José no sabía ni qué decir y María solo sonreía dándoles las gracias y mostrando orgullosa a su bebé, a su Niño.

Estuvieron un tiempo hasta que, en un aparte, muy serios, le dijeron algo a José.

No sé lo que le dirían pero José empezó a empaquetar sus pocas pertenencias y le dijo a María que tenía que partir a la mañana siguiente. Por fin me dejarían tranquilo…

Todo quedó en silencio, sin pastores, con los humanos y la mula dormitando… todo en silencio menos un gimoteo débil que salía de hatillo de ropas donde estaba el Niño. Yo, que había asistido a todo entre asustado y enfadado, decidí acercarme para ver el origen de mis molestias. Y allí estaba, con su cara tranquila haciendo un puchero, un puchero que se estaba tornando en sollozo, que se iba a volver llanto, que iba a atronar la noche y que no me iba a dejar descansar… Así que decidí ponerme a tocar: Ala derecha, ala izquierda, frotar…cri-cri-cri…

Y el Niño sonrió y ¿Cómo os diría yo? Fue como si todo hubiese cambiado, como si todo tuviera más calor, más color, como si brillaran más las estrellas… no sé, era como que yo fuera más feliz y el mundo diferente. Y así estuve toda la noche, feliz, ala sobre ala como solo un grillo como yo puede estar.

A la mañana siguiente, antes de partir, yo estaba en mi rincón otra vez pero no enfadado, estaba muy triste porque mi Niño se iba.

Me despedí de la mula:

-Qué tengáis buen viaje, cuida de ellos por favor. Cuida siempre de mi Niño.

+¿Ah pero tú no vienes?

-¿¿Peeeerdooona?? Dejar mi confortable hogar para irme con nosotros a saber qué sitio… 

+¿Quién va a entretener al Niño, quién va a alegrarle?

Y mientras miraba mis alas le dije:

-Hazme sitio ¿Puedo ir en tu lomo?

Y así fue como empezó esta historia, la historia que cantamos todos los grillos del mundo el Día de Nochebuena y el Día de Navidad al calor del hogar, la historia de cómo Jesús, hecho niño, nació en un portal.

 

 

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