La Iracunda Princesa

Érase una vez, y solo una vez, una Princesa sin cuento que vivía en un palacio hecho de bronce, mármol, piedra y cristal.

Nuestra Princesa era una mujer muy bella, un pibón medieval por el que se podían hasta sufrir tormentos,  tal era su belleza.

Morena de largo pelo, con un cuerpo de curvas imposibles, tantas y tan pronunciadas que raros eran los ojos que no se perdían en ella. 

Todo en su rostro encajaba dentro de su belleza sin destacar ni sus labios, ni sus ojos, ni nada más que su propio rostro. Era guapa, muy guapa.

Pero nuestra Princesa estaba maldecida, no se sabe si por una bruja o por una mala lactancia materna, pero el caso es que lo estaba. De pronto, sin venir a cuento, su rostro se transformaba en el de una gárgola hedionda, tan fea y tan arisca que se cuenta que aún corre un pobre caballero que osó enfadarla. 

Porque de eso se trataba: De sus monumentales enfados capaces de derretir el hielo con su mirada, partir almas con sus palabras, espantar con su sola presencia.

Sus pobres padres y hasta ella misma estaban desolados porque, eso lo sabemos todos, una princesa es la heredera de un reino y para perpetuar una corona hacía falta perpetuar su descendencia. ¿Y quién iba a enfrentarse a sus enfados? ¿Quién sería capaz de aplacar su genio? 

Si era tan malo su genio que las oposiciones a Dragón del Reino habían quedado desiertas. Si los ogros habían montado una ong por falta de trabajo. Si las brujas hacían huelga por intrusismo laboral…

Tan bella y tan enfadona, tan guapa y tan insoportable, tan dulce y sencilla como amarga y desagradable.

Después de haber convocado un concurso público, un torneo de caballeros, un máster de druida y algunas descabelladas ideas más sus padres habían dado por imposible la curación de su hija.

Pero entonces, y sólo entonces, cuando habían perdido toda esperanza el destino puso el remedio en forma de un hombre que llegó, sin que nadie supiera cómo, al Reino.

El hombre no se le había ocurrido otra cosa que parar a descansar junto al río cuando apareció la Princesa y su Corte a caballo atropellando todo lo que a su paso encontraba. 

Al pasar por el lugar donde se encontraba él, al ver la que se le venía encima, miro, se asustó, pensó y ni corto ni perezoso cogió una piedra, la lanzó y le abrió la cabeza a la Princesa que iba enfadada a la cabeza de su Corte. 

Todos los caballeros de escolta espolearon sus caballos para ir a por aquel individuo que había tenido la osadía y la mala idea de apedrear a la Princesa, pero él escapó haciendo gala de sus portentosas cualidades de buceador sumergiéndose en el río.

La Princesa, con la pedrada encima, estaba tan furiosa que pensaron que ardería el bosque solo con su mirada, que se secaría el cauce del río en cuanto se acercara a él. Todos se encomendaron a lo que más creían esperando no encontrar, de rebote, la ira de la Princesa. 

Soltando improperios estaba, cual suegra de camionero, cuando se oyó en la lejanía pero claramente:

- Lo siento mucho Señora, pero ha sido usted la que ha querido atropellarme y, entre usted y yo, siempre elegiré mi bienestar.

+ Inmundicia con patas, aprendiz de babosa ¿Cómo osas?

- ¿Hablarle o apedrearle Señora? Estoy confuso.

La cara de la Princesa tornaba del rojo al azul mientras su pecho subía y bajaba resoplando iracunda.

- Señora, ya que voy a sufrir su castigo, tengo que decirle que, si es con esta visión, moriré con una sonrisa feliz.

+ Feliz voy a ser yo arrancándote la nariz con mis propias manos para después aplastar los meñiques de tus pies hasta hacerlos puré.

- Bien pensado es un buen precio.

+ ¿Cooooooooomo? ¡¡¡Guardiaaaaas apresarlo!!

- Un momento ¡¡Estoy maldito!!

Al decir esto pararon de pronto los guardias tan temerosos de aquel ser maldito como de su Princesa. Mala suerte la de los chavales que, fuera como fuera, lo iban a pasar mal.

+ ¡¡Mentiroso!! ¿No veis que miente? ¡Apresarlo!

Y ante la duda nuestro atrevido doncel se lanzó sobre la princesa, tomó su cara entre sus manos y la besó. Tan bien y tan apasionadamente que, cuando lo separaron los guardias, ella se quedó con cara de boba y morritos cual influencer de instagram.

+ Ten…tendrás el peor casligo… digo castigo. No le hagáis daño, dejádmelo a mí.

Y así, apresado y encadenado, pero feliz, lo llevaron al castillo.

Lo encerraron en una mazmorra, encadenado de de la cabeza los pies pies hasta que dispusieran de él.

Mientras tanto la Princesa, atontada más con su agresor que con la propia pedrada, había acudido a sus padres los Reyes.

* ¿Y dices que quieres que te corteje un individuo desconocido que lo único bueno que ha hecho es no matarte con el castañazo que te ha arreado? - Le preguntaba el Rey.

+ Siiiii mi real Papá, es tan mono y tan atrevido.

* Es tonto, el tonto más insensato que he visto. ¡Agredir a la Princesa delante de su Guardia!

+ Dale una oportunidad para que demuestre su valía.

= No perdemos nada mi Real Marido- le dijo la Reina- igual hasta consigue que nuestra hija sea una persona normal, sin ese genio tan tremebundo. 

* Igual tienes razón mi Azucarillo real.

+ ¡Por favor Papá! ¡Qué cursi!

Y así los Reyes convinieron en legislar un Real Decreto que establecía que aquel individuo estaba obligado a cortejar a la Princesa o se expondría al peor de los castigos. Así mismo establecía que todo el Reino debía de ayudar a dicho cortejo ya que estaba en juego la descendencia de la dinastía.

Y al día siguiente, liberado de sus cadenas, pero escoltado por lo mejor y más granado de la Guardia Real, nuestro insensato héroe fue conducido ante la Princesa

+ Hoooooli guapetón- Exclamó la Princesa ante su estupefacta Guardia- ¿Has pasado buena noche?

- Bueeeeno, me estorbaban algo los grilletes, se me ha metido el "perfume" de mazmorra en la nariz y me he entretenido en montar un coro de ratas… Pero salvo eso fenomenal, divino de la muerte que he estado.

+ Cuanto me alegro churri.

- (¿Churri? ¡Sí que le he arreado fuerte con la piedra!) Yo también me alegro de estar ante Su Majestad y ante su inconmesurable belleza.

+ ¡Uy qué gracioso que eres! ¿Sabes que estás condenado?

- ¿Condenado? ¿A qué?

+ A permanecer en mi presencia y a hacerme feliz.

- ¿Y eso es un castigo? ¿Y dónde está la cámara oculta?

+  (¡Que mono! A este lo tomo yo al asalto) 

Pensaba la Princesa mientras miraba lo bien que estaba el tiempo, lo maravilloso que era su Reino, lo gracioso que era su Bufón, lo aguerrida que era su Guardia… Vamos, que era feliz.

- Mi muy estimada Señora, solo hay un problema: Estoy maldito.

+ ¡A mí excusas no! ¡Y escaqueos menos! Aquí la única maldición es no haberte conocido antes, mi apuesto Doncel -Le soltó la Princesa cambiando su voz de camionero por la de grácil doncella-

- Es cierto, estoy maldito por una perversa bruja de Madalgongronia de Arriba. Me condenó a no callarme nunca y decir siempre la verdad, desde entonces estoy huyendo víctima de mi sinceridad y de mi verborrea, incapaz de parar y nunca interrumpido.

+ ¿Es eso cierto? A ver ¿Soy simpática?

- Como un buitre con diarrea

Al oír esto los guardias, espantados ante la reacción que preveían de la Princesa, se escondieron tras sus escudos.

+ Como un buitreeeeeeee…- Las orejas de la Princesa se estaban poniendo rojas como el fuego, sus manos, de apretadas, estaban blancas por el esfuerzo, toda ella temblaba- Entonces ¿Jamás te casarás conmigo?

- Yo preferiría arrejuntarme, tomar a su Real Belleza y disfrutar juntos de los placeres del Reino 

+ ¿Arrejuntarme? ¿Yo, la Princesa?

- ¿Y una relación abierta?

+ ¡Abiertas van a estar tus tripas insolente!

- Entonces… ¿Solo podemos casarnos para esta juntos? Yo estoy dispuesto si es para estar contigo, amainar tus enfados a besos y colmarte de felicidad a base de cariño. Eso si, separación de bienes y cuentas separadas, no quiero que te aproveches de mi fortuna ni de mis bienes. Quiero ser Princeso consorte y dejarte a tí la pesada tarea de gobernar tu Reino, quiero una fabrica de dulces y otra de chuches para mí solo, quiero institucionalizar el orfeón de ratas (es una guarrería pero les he cogido cariño), te prohibo hacerme cosquillas y quiero mi propia carroza.

Ante estas exigencias la Princesa dió la vuelta enfurecida y se dirigió al Salón del Trono. Allí encontró a sus muy Reales Padres y les contó todo lo acontecido.

* Entonces hija ¿por dónde empezamos a cortarlo en rodajas? -Le preguntó su Real Padre

= Por dónde más sufra, quiero que sufra mucho, que para eso he estado a punto de ser su suegra

+ No, quiero casarme con él -Les cortó la Princesa-

En ese momento en el Salón del Trono se produjo un silencio solo comparable con la cara de bobos sorprendidos de sus majestades que, entre estupefactos y escépticos, empezaban a ver el final de su desdicha: Era posible casar a la Princesa.

* Pero mi niña ¿Estás segura? Está en juego el futuro del Reino.

+ Pues claro papuchi 

* Si que te ha afectado el mozo, si…

* Traedlo a nuestra presencia 

Y así fue como la Guardia llevó a nuestro desdichado opositor a Princeso ante los Reyes

Allí, les expuso por qué quería casarse con la Princesa, también le dijo al Rey la cara de haba que tenia y a la Reina lo fea que era.

A pesar de todo, y en aras al mantenimiento de la dinastía, los Reyes aguantaron todo y fijaron la fecha de la boda.

El día de la boda tuvieron que mantener al futuro Princeso aislado para evitar que su sinceridad les causara problemas con los invitados de todas las casas reales.

* Princesa ¿Quieres a este hombre por esposo?

+ Siiii quiero.

* Princeso ¿Quieres a esta mujer por esposa?

- Hombre, porque tiene que ser así y no me queda otro remedio.

+ Tengo el patíbulo preparado -le gruñó la Princesa- 

- Siiiii, vaaaale, siiii.

Y en ese momento nuestro futuro Princeso se transformó en el ser más horrendo que imaginarse pueda. A lo que la Princesa iracunda como un volcán en erupción le dijo:

+ ¿Cómo puedes hacerme esto? Lo has hecho aposta… y -arreándole un bofetón- le gritó:

- Yo… te quería. 

Y así fue como, en medio de una nube de humo se deshizo la maldición y nuestro Princeso volvió a su forma normal.

- Gracias Princesa, has roto el hechizo. Ya no volveré a estar maldito.

+ ¿Seguro? ¿Quién es la más guapa del Reino?.

- Tú mi hermosa Dama.

Entonces la Princesa suspiró, lo cogió de la mano y se marcharon felices a celebrar su boda.

Desde entonces todas las personas en aquel Reino volvieron a ser felices o al menos a intentarlo bajo el reinado de la Princesa Iracunda y su Princeso mentiroso.


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