La Soledad de la Belleza

Cuenta la leyenda que bajo sus ojos solo estaba su sonrisa, ni siquiera la luna intentaba superar su belleza, siempre amanecía y atardecía en la curva de sus labios. En su cabeza sólo tenían lugar los sueños, esos que escapan por los ojos para aterrizar sobre los que, hipnotizados, eran capaces de aguantar su mirada.

Ella nunca se propuso ser bella, ni causar ese tremendo efecto. Ella era ella, soñadora y feliz, tenaz y voluble, reina y plebeya...Tan guapa como solo puede ser una mujer dueña de su propio destino, amante de sus amores, poseedora de defectos y virtudes. Pero para el resto del mundo era la reina del universo, la más guapa del lugar, la más deseada... Era difícil conjugar lo que pensaba y cómo se veía con el resto del mundo.

La gente se rendía a sus pies sin saber cómo... y ella solo quería un caballero.

Llenaban su tiempo de palabras, de gestos y de regalos... y ella solo quería un caballero

Un día, harta, abandonó su mundo de un portazo y caminó sin rumbo.  Solo la luz de los faros de su coche iluminaba su camino encerrándolo en su haz de luz. Solo la música como sonido y la rodadura de los neumáticos en el asfalto. Hasta que paró, hambrienta, en el único lugar que encontró abierto. 

Pidió una hamburguesa y algo pasó... Sobre su coche cayeron mil piedras, quizás enojadas con su huida, hielo frío sobre la noche.

Y ella sola, con su hamburguesa fría, su coche golpeado y su vida extraviada. 

Se levantó, no quería quedarse, quería huir...

“No se vaya señorita, hace mala noche, la casa le invita a café”

Y en ese vaso de papel, ese mal café azucarado y aquella sonrisa descubrió que las ideas, tus intenciones y tus esperanzas pueden ser tan adaptables a la felicidad como el agua, tan fría esa noche como cálida dentro de ese café

Y fue feliz... no por sus virtudes ni por sus defectos, no por su belleza... solo porque quiso y supo ver que, en la vida, solo hay que cubrir los dedos con otra mano, disfrutar risa con risa, amar tanto como te aman... y ser feliz. Feliz hasta que te duela, porque nada espanta más los males, las penas y las desgracias que la absoluta felicidad en cada una de las cosas, de la más grande a la más pequeña...

 


 

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