La añoranza de la Princesa de Fuego

Este cuento lo perdí entre mis archivos, tuve que rehacerlo pero lo he vuelto a encontrar. Hay otra Princesa de Fuego en mis escritos, un intento de revivir éste, pero éste es el original.
 

Hay reinos muy lejanos, hay reinos raros y extraños. En todos los reinos hay reyes, y reinas, y princesas, y principes.

En cada reino existe una princesa distinta. Las hay bellas, las hay brujas, las hay indomables, las hay de todo tipo... Pero ninguna como la extraña Princesa de Fuego.

La Princesa, nadie sabe si por un hechizo o por qué era eso, de Fuego.

Tenía la extraña cualidad de quemar con su mirada, achicharrar con sus manos y carbonizar con su pelo si te acercabas a ella. 

Ella se había aconstumbrado a ello y , salvo porque era imposible que comiera carne cruda, controlaba su poder.

Tenía un genio de mil diablos, aún más incontrolable que su propio fuego. Era indómita y, a pesar de los múltiples pretendientes y caballeros que la habían cortejado, nunca había sucumbido al amor.  Los pobres caballeros que lograban acercarse a ella, huían achicharrados dentro de sus armaduras ya que, con solo una mirada , conseguía que el metal se calentara hasta volverse incandescente.

Con todo esto que la Princesa montaba, había conseguido que el reino fuera un lugar triste y abandonado porque sus súbditos preferían la normalidad de otros reinos. 

Esto la había enfurecido aún más, volviéndola  huraña, antipática y hedionda hasta tal punto, que el palacio donde vivía más parecía un volcán que un palacio. Nadie quería verla y mucho menos estar con ella.

Hasta que un día apareció, despistado, por el palacio un vendedor de congelados con su furgoneta frigorífica. Él iba a vender e iba desesperado, sabía que si no  conseguía una buena venta, pronto lo despedirían. Solo un loco desesperado se atrevería a ir por aquellos paisajes inhóspitos y requemados, solo un loco preocupado por perder su trabajo.

Dispuso toda la parafernalia: Su catálogo, su gorra, su carpeta con sus formularios y su bolígrafo y... la mejor de sus sonrisas.

Llamó al timbre y esperó congelando la sonrisa en su cara.

Pasos decididos, la puerta que se abre, una bonita joven, él ya entonando un cantarín "buenos días"...

- ¡Coño que me quemo! - exclamó cuando el catálogo ardió de forma espontánea.

- Largo de aquí  -  susurró  con voz ronca la joven, que más que joven parecía un dóberman guardando la casa.

Él se separó de inmediato y volvió raudo a su furgoneta, sorprendido. No entendía lo que había pasado. Él pensaba en que alguna cerilla o mechero... pero... ¿Tan pronto, tan lejos y sin tocar apenas la puerta?

Se soplaba los dedos, los metía bajo su pierna y se aguantaba el dolor. Apenas necesitó un minuto para jurar en arameo y pensar que o vendía algo o iba a tener más que una quemazón en los dedos.

Y allí volvió nuestro héroe a la puerta con su mejor arma, seguro que con esta no fallaría...

Otra vez tocó el timbre, otra vez su sonrisa, pasos aún más decididos y...

- Buenas tardes ¿La señora de la casa?

Apenas pudo esconderse, por reflejos o por instinto, detrás del "bonito plato de cerámica de la vajilla que regalamos, solo en el día de hoy y a contados y distinguidos clientes, por la suscripción a nuestro servicio de congelados a domicilio".

Lo que acertó a ver, después, fue a la joven sentada en el suelo y restregando sus ojos con sus manos mientras se quejaba de dolor. Movía la cabeza de un lado a otro y todo lo que tocaba desprendía fuego: La puerta, el marco... Y es que la cerámica había hecho rebotar el fuego de sus ojos hacia ella.

Sin saber cómo lo hizo, ni por qué, nuestro valiente vendedor solo acertó a volver a su furgoneta y, pensando que la joven estaba en peligro, agarrar todas sus existencias de "bombón helado sabor vainilla recubierto de chocolate almendrado crujiente en cajas de veinticuatro unidades" y volver a la puerta.

Allí seguía la joven entre llamas que la rodeaban así que, ni corto ni perezoso, le fue lanzando los bombones helados uno a uno. Los helados se derretían apenas se acercaban a la joven primero y, luego, ya aplacadas las llamas, impactaban contra ella y se derretían recubriéndola de un líquido pastoso de vainilla y chocolate almendrado. 

Ella profería insultos, diríase, ya que con el pelo pringoso y su boca llena de helado apenas se le entendía. Intentaba levantarse y resbalaba, lo que hacía que se enfadara aún más.

Esquivando el tercer helado de la segunda caja, consiguió levantarse e ir hacia él... No habría piedad.

Él trastabillaba hacia atrás lanzando helados. Había perdido su gorra, no sabía dónde habían ido a parar sus formularios... Y la veía como un monstruo de chocolate avanzar hacia él.

Pero, poco a poco, ella fue perdiendo su fuerza, dejó de gritar, su chisporroteo de foundé caliente fue dando paso a un silencio solo interrumpido por la tos que le producía el atragantamiento de tanto chocolate y vainilla.

Hasta que se quedó parada, miró sus manos, las llevó a su cara y, después, las contempló como si viera un fantasma.

- Está bueno esto... ¡ Sabe tan bien! .

- Es "bombón helado sabor vainilla recubierto de chocolate crujiente", pero también los tengo "sabor nata con chocolate negro" y "polos de fruta" - atinó a decir él, no sin el miedo reflejado en su cara - Y están en oferta.

- ¿Sabes? - dijo ella - Llevaba años enfadada y encantada sin saber por qué y ahora lo sé. Me faltaba algo en mi vida, igual era esto.

- Probablemente señora, tenga usted en cuenta que la calidad de nuestros productos está avalada por los dietistas más famosos...

- ¡Déjate de chorradas! ¿Sabes lo que es no probar nada... tan dulce?.

- Pues... no, no lo sé. Pero sí sé que con nuestra suscripción semanal de veinte euros de compra obtendrá, gratuítamente, una selección de nuestros mejores helados...

Y así fue como, después de aquel encuentro, nuestra Princesa de Fuego dejó atrás su leyenda y pasó a llamarse la Princesa Golosa.

Y aquel persistente vendedor de congelados mantuvo su trabajo y llegó a ser jefe de ventas de zona.

Y no, no se casaron. Eso solo pasa en los cuentos...

©Derechos de autor. Todos los derechos reservados.

Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones

Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.