El amor en un viaje

Desde que se notó un día huérfano de calor y cariño en su cama entendió que debía buscarla. Él sabía cómo debía ser, lo que no sabía era dónde encontrarla.

Algunas veces le habían preguntado, ya se sabe, en esas conversaciones en las que todos definen su pareja ideal... Y él nunca lo había sabido... No sabía si alta o baja, guapa o fea, gorda o delgada... Otras veces, bueno casi siempre, él intentaba encontrarla mirando a sus ojos... Y muchas veces había recibido malas contestaciones y hasta una bofetada, es que hay mucha gente a la que no le gusta que curiosees por las puertas de su alma. Otras veces se empeñaba en caminar junto a ellas, pero descubrió que esto las incomodaba aún más. Y otras veces les había recitado sus versos y contado sus días, pero tampoco funcionaba.

Y a pesar de todo decidió ir a buscarla. Esto era difícil, ya lo había dicho, ¿Dónde estaba?.

Imaginó que lejos y decidió ir al confín del mundo.

Así que a viajar. Y a preparar el viaje. La agencia descartada, la chica era la que le había dado la bofetada.. Y en cuanto a internet, aquella chica de los email simpáticos se llamaba Manolo y tenía bigote. Bueno, siempre podría intentarlo en alguna red social. Empezó por buscar en facebook, pero hasta él, poco avezado, notaba que aquellas fotos sonrientes y preparadas eran todas falsas y él no quería que fuera falsa. Al final alguien le recomendó una sucursal de un mayorista de viaje, una sucursal pequeña perdida en una calle de su barrio.

Él necesitaba pocas excusas para viajar así que no le importaba mucho si era el destino adecuado o no, lo mejor era dejar que el destino le marcara el rumbo.

Cuando se lo explicó a la agente de la mayorista, todo aquello del destino y la búsqueda de su pareja, esta le recomendó... ¡¡¡Uganda!!!.

- Pero, pero... ¿Uganda? ¿No es allí todo el mundo negro?

Fue entonces cuando la chica de la agencia levantó la cabeza del folleto como un resorte diciéndole, casi escupiendo las palabras .

+ ¿Es usted racista? ¿No le da vergüenza?.

- No mire usted, si no es eso...

+ ¿Cómo que no? Acaba usted de decirlo: “Todo-el- mundo- negro”. Una sentencia vamos.

- Que no es eso - se defendió él - pero mire el folleto, son todos más negros que una sombra de tinta china.

+ ¡Como siga usted así le voy a echar de la agencia por racista y fascista!.

- ¡Pero ahora qué tiene que ver Franco con esto!

+ Encima facha...

- Qué no Srta., que ni racista ni facha... pero que no me atrae Uganda.

+ Pues usted se lo pierde, es un destino de moda, bellísimo, con multitud de actividades, paisajes y cultura...

- Oiga Srta. ¿Cultura en Uganda?

+ ¿Está usted despreciando toda la cultura baganda y acholi?

- ¡Qué no! Que no desprecio ni las bufandas ni las achicorias.

+ Oiga mire usted "Don Supremacista intransigente", creo que por una vez el cliente no tiene razón.

-  De verdad Srta. que no es eso... creo que no me entiende usted. ¡Yo solo quiero buscar a la mujer de mi vida! ¡Y no me gusta Uganda!

+Claaaaaro... Y el señor quiere una blanquita rubia de ojos azules y cara de ángel... ¡Y a las demás mujeres que nos den! ¡Machista! - y dijo esto arrojando sus gafas sobre la mesa -

- Ni mucho menos, ni de lejos... No tengo una idea preconcebida de mujer, hasta las miopes de ojos verdes me pueden resultar atractivas... Y deje de insultarme, me ha llamado de todo menos guapo.

+ Para que no se lo crea, que seguro que de eso presume.

- Yo no presumo y no me quiero ir a Uganda. Mire, yo quiero un sitio donde pueda encontrar a una mujer, no me importa cómo sea. Solo quiero que sea la persona a la que confiar mis sueños, con la que descubrir el mundo, la que me regale una caricia porque si, un beso de buenos días y un abrazo en  mitad de la noche. Una mujer con la que compartir mis penas y mis alegrías, con la que disfrutar de todo lo que me brinde la vida. También una mujer a la que amar en todos los sentidos. Oiga cierre la boca que le va a entrar una mosca.

+ Eso no es más que la continuación de una educación basada en el patriarcado, una negación del feminismo y los valores de la mujer - Dijo ella bajando cada vez más la voz-

- Yo creo que no es más que la búsqueda de la felicidad para ambos, no sé qué puede tener de malo.

+ ¿Uganda?

- A la porra Uganda. 

+ Esas son mis manos...

- Y las tiene frías. 

+ Usted dirá a dónde quiere ir entonces - dijo quitando sus manos-

- Me han hablado muy bien de Nueva Zelanda.

+ Swazilandia.

- No me llena.

+ Trinidad y Tobago.

- ¿Oiga no vende usted viajes a sitios más normales? 

+ ¿Qué tiene en contra de esos países?

- ¿Usted se iría a alguno de ellos?

+ Si, claro que si - dijo orgullosa -

- ¿A cual?

+ A cualquiera de los que le he dicho si me llegara el dinero, es algo que jamás podrá entender un capitalista como usted.

- Y eso que no le he dicho el mayor de mis secretos, lo peor que he hecho en esta vida...

+ ¿Y me lo va a contar a mí? Precisamente a mí.

- Si, acérquese que se lo digo... Yo maté a Kennedy.

+ ¿Y ese quién es? ¿Su gato?

- Nooooo, mi vecino homosexual ¡no te jode!

+ ¡Un asesino homófobo!  ¡Voy a llamar a la policía!

- Llámela y nos reiremos de lo tonta que es. Por cierto, véndale las excelencias de Uganda a otro - dijo levantándose hacia la puerta sin ni siquiera mirarla-

+ También está en oferta Paris... - dijo casi entre susurros - Si quiere puedo hacerle un presupuesto...

Se había parado en la puerta, sosteniéndola medio abierta de espaldas a ella. En su cabeza mil y un pensamientos se cruzaban a tal velocidad, mezclándose entre ellos, que le pareció todo un mundo, toda una vida pasaba en pocos segundos.

Se volvió y lo primero que vió fueron sus zapatillas, las de ella, por debajo de la mesa... rápidamente sus ojos, los de él, se clavaron en los de ella. Y es que hay cosas a las que nunca debes acostumbrarte en esta vida, una de ella son los ojos de una mujer, por ellos te llegan al alma, por ellos te embotan los sentidos y te enamoras sin remedio. Un simple parpadeo te lanza al infierno. Y pensó que tal vez merecía arriesgarse al infierno por su simple parpadeo.

Así que, volviendo a sentarse frente a ella, probó a ver lo que decían sus labios y no las palabras que salían por ellos. Observó el rubor de su cara mientras le explicaba lo importante que era un transfer desde el aeropuerto. Contempló sus dedos apartando su pelo mientras le recomendaba sólo llevar equipaje de mano. Se decidió a clavar sus ojos en ella cuando le recomendó los restaurantes más bonitos de Paris.

Al contagiarse con su sonrisa supo que era su chica, así, sin ambages. Sonaba posesivo y egoísta pero lo que se desea se quiere, y solo quería probar si ella quería compartir su vida con él...y se lo dijo.

- Creo que no hay ciudad más bonita que Paris en primavera, sobre todo si vas acompañado.

+ ¿Es para dos personas?.

- Aún no lo sé.

+ No creo que nadie pueda negarle, al menos, una oportunidad en Paris.

- ¿Ni siquiera Usted?.

+ Bueno, Óscar nunca me ha llevado a Paris.

Y él, viendo que había metido la pata, recogió su presupuesto.

- Me indica, por favor, el número de cuenta para el ingreso del viaje.

+ ¿Para cuantas personas al final?.

- Para una. 

Y ella pensó que debía decir algo, más que pensarlo lo sintió... pero no se atrevió.

Y él salió por la puerta con esa sensación de ridículo, de vergüenza al haber puesto al alcance de una desconocida sus sentimientos. ¡Pero qué imbecil había sido! ¡Qué prepotente idiota al pensar que podía conquistarla! ¡Qué estúpido y que tonto al malinterpretarlo todo!. Y no miró atrás. 

Ella solo atinó a levantarse, ir hacia la puerta y... no decir nada. Su sentido común la empujaba a hacer eso exactamente: No dejar que un desconocido le robara su vida.

A los pocos días él volvió para recoger la documentación de su viaje y ella no estaba.

Ya apenas pensaba en ella porque el ridículo, la vergüenza y el pudor son los mejores enterradores de los sentimientos.

- Por favor, despídame de su compañera y dele las gracias por todo - le dijo a otra que ocupaba su lugar-

+ No se preocupe, se lo diré cuando vuelva. Se ha ido de vacaciones.

Al final consiguió irse a Uganda, pensó.

- ¿Y a dónde ha ido de vacaciones? Si no es indiscreción...

+ Sí que lo es, perdone. Puede preguntarle a ella cuando vuelva. 

- Si claro, discúlpeme. 

Y se marchó, y se fue pensando en que probablemente había soñado demasiado.

A los pocos días observaba Paris desde las escalinatas de Mont Matre, uno de los sitios que le había aconsejado aquella chica de carácter tan agrio y de ojos tan verdes, aunque miopes.

Es curioso ver cómo una ciudad puede dejar tanta tristeza como alegría...según los ojos que la miren.

No estaba centrado ni nada cuando dejaba que el horizonte entrara por sus ojos sin emoción.

+ Hola, precioso ¿No le parece?

- ¿Usted qué hace aquí? - le había salido tan brusco, era como entrar en lo más íntimo y desarbolar su alma -

+ Simplemente saludarle, pensé que igual podría necesitar algo... - Respondió ella más dolida que profesional -

Él se había dado cuenta de cómo habían sonado de mal sus palabras y había visto bajar la mirada de ella tímida y avergonzada.

- Lo siento, he sido muy maleducado. Me ha sorprendido ensimismado en mis pensamientos.

+ Suele pasar en este lugar.

- Por favor quiere sentarse. 

+ Muy amable invitarme a sentarme en la escalera a su lado - le devolvió socarronamente ella -

Él se sonrió, no era momento ni lugar para peleas. 

- La hacía en Uganda. 

+ Imagino, pero el viaje es caro y París es más barato para mí, lo conozco mejor y... ¡Siempre será París! ¿Le está gustando?.

- Si claro, es una ciudad, una ciudad ...bueno es bonita. 

La carcajada de ella despejó los cielos y él pudo ver el azul sobre los tejados.

+ No le gusta o no está haciendo caso de mis recomendaciones.

- Si que le hago caso... ¿Puedo tutearte?

+ Por supuesto, faltaría más.

- ¿Cómo te llamas?

+ María, simplemente.

- Yo me llamo Miguel.

+ Lo sé, preparé tu viaje, rellené tus billetes.

- ¿Quién es Oscar? ¿Has venido con él?

+ Oye no sé por qué dices eso...

- ¿Nunca te ha traído a Paris o te ha traído porque estás aquí? 

Algo frío y desagradable se instaló entre los dos, en aquella enorme escalinata.

+ He venido sola, Oscar era mi ex.

- Lo siento.

Pero sus palabras ya corrían tras ella escalinata abajo.

- Perdona, de verdad. 

Y ella se detuvo a la distancia en que solo podían herirla sus palabras.

+ ¿Sabes? No sé por qué pero sacas lo peor que llevo. Parezco una bruja siempre a tu lado... y no soy así .

- Lo sé.

+ ¿Lo sabes? Lo dudo, creo que hemos discutido de todas las formas posibles.

- Mira, permíteme que te diga una única cosa que ya te expliqué: Yo busco a la mujer de mi vida, por eso vine aquí, porque igual era mi destino.

+ Comprendo, por eso no has visto la ciudad... De acuerdo. Te deseo suerte.

- No conozco la Plaza de los Pintores - dijo él como quien lanza tras sus palabras su última esperanza- ¿Le importaría cenar conmigo y me la enseña?.

+ ¿Cómo? ¿Con Usted? - fue con lo único que pudo tapar su deseo, con su sorpresa - Bueno, creo que necesita algún tipo de guía o se perderá lo mejor de la ciudad.

Y subieron aquella interminable escalera dejando en cada peldaño, cada uno de sus miedos, cada uno de sus rencores, cada uno de sus reparos... 

Ya estaban acabando la cena cuando, por fin, cada palabra y cada gesto encajaban en cada una de sus vidas. Sus sentimientos se mezclaban como colores, poco a poco azul del cielo con el amarillo limón de sus discusiones formaban  el verde de sus ojos. El rojo de sus enfados con el verde de sus ojos mostraban el marrón de los ojos de él. La ciudad de las luces iluminaba sus vidas, así que poco a poco fueron haciéndose imprescindibles el uno para el otro para conseguir la felicidad, para dar sentido a sus vidas, para juntar risas y consolar llantos, para mezclar sus vidas.

Ahora, entre los dos están buscando un nuevo viaje, el de su boda. No saben si a Panamá porque junta dos mares o Estambul porque junta dos continentes... O a Uganda por su significado.

Ahora cuando él se levanta recoge el calor de ella como un sinónimo de su buena suerte. Ahora ella, cada vez que recomienda un viaje esboza una sonrisa...

Dicen que la felicidad está en las pequeñas cosas y no es del todo cierto, está en los gestos, en esos detalles que cada uno deja en la vida de otro, que conscientes o no son renuncias para formar parte de otra persona. Resolver el puzzle para formar una vida juntos.

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