Los Formales

La vida los enfrentó y los puso cara a cara. Ellos, desde el principio, nunca rehuyeron el contacto, la proximidad de dos amantes.

Ella, rubia como a él le gustaban, desmontó pronto sus defensas. No ya tanto mirándolo con sus ojos cielo, si no fundiéndose con él a base de amistad, cercanía y cariño.

Él la vió tan difícil y distante que jamás imaginó que llegara a quererla y mucho menos a tenerla como amiga y compañera.

La vida se empeñaba en mantenerlos separados y pocas veces los unía, tan solo para demostrarles que las piezas intercambiadas en los puzzles de sus vidas nunca encajarían. 

Así pues guardaron en un baúl su amor y su deseo, echando siete llaves de reproches, obligaciones y desencuentros. Y aunque él ya había probado a recorrer el mapa de su cuerpo tan de mujer, había besado las cicatrices de su cuerpo, de su alma  y aún la recordaba lo aceptó como una consecuencia lógica de sus vidas.

Ella, con preocupaciones más importantes que formar parte de una realidad paralela, buscó recomponer su vida.

Ahora mantienen un cariño formal al que cuando sienten fuera de control vuelven a enterrar.

El caso es que ella se siente a gusto descargando sus problemas, contándole por qué es de su pueblo de toda la vida, trabajando juntos, contando sus alegrÍas... contándolo todo.

Él también la busca en cuanto puede y la siente cerca, deseando estar con ella porque está a gusto.

Ambos se quieren, se desean y se respetan. 

Puede que algún día se enseñen sus llaves y dejen llevarse por el deseo o puede que no... ¡Quién sabe!

Solo saben que en la vida del otro cuentan y que estarán separadamente juntos.

 

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