Érase una vez, hace mucho tiempo, más de cien años en un pueblecito de Austria, al borde de los Alpes, llamado Obendorf había una pequeña iglesia a cuyo párroco le encantaba cantar. A Joseph Mohr, que así se llamaba, le gustaba que en cada celebración sus fieles cantaran. Pero se aproximaba la Nochebuena y el órgano no funcionaba. Pensar en que un organista pudiera arreglarlo era algo que se antojaba imposible, era invierno, los caminos estaban impracticables y llenos de nieve.
¿Cómo haría para conseguir tener música en la Misa del Gallo? El padre Mohr se desesperaba y no encontraba la solución… o quizás sí. Se acordó de su amigo Franz, Franz Gruber, que componía canciones, tal vez si se lo decía…
Era imposible, eso pensaba Franz, componer algo para la Misa del Gallo, sin órgano, sin instrumentos. Joseph sí que creía en ello, el pondría la letra a la canción y Franz su guitarra, el único instrumento con el que contaban.
Y Franz, escéptico, compuso una obra simple, sencilla de pocos compases. Y Joseph puso la letra, la que tenia guardada desde que, unos días atrás, había acudido a una cabaña en medio de la nada donde una joven, acompañada solo por su esposo, había tenido un niño. Tanta felicidad vio en aquella cabaña, tanta alegría en los ojos de aquellos padres, tanta fe en pedir la bendición de su hijo, que aquello conmovió al padre Mohr. Tanto que lo plasmó en un papel con unos escuetos versos. Esa sería la letra de la canción.
Y llegó el día de Nochebuena, la Misa del Gallo, y allí estaban los dos: Franz con su guitarra y Joseph con su voz. Solo contaban con eso, con eso y con su canción.
El pueblo no esperaba ninguna misa especial, no esperaba nada de aquel párroco sin medios y mucho menos música.
Hasta que el rasgueo de la guitarra y la voz de aquel barítono improvisado interpretaron aquella obra, sin artificios, sin complicaciones, tan simple que cualquiera la podía cantar. Sin saber cómo aquella canción caló en aquellas gentes y se convirtió en un canto popular de aquella parroquia en aquel perdido pueblo montañés.
Pasaron los años y aquel órgano volvió a estropearse, solo que esta vez sí que pudo acudir un organista a arreglarlo, uno que descubrió aquella partitura que, años antes, había compuesto Franz Gruber. La llevó a la Corte, a Viena, y se convirtió en una obra famosa que se expandió por toda Austria y por Europa.
Casi cien años después, en 1914, mientras los hombres se mataban en los campos europeos, mientras se escondían en agujeros en la tierra llamados trincheras, el Día de Nochebuena frente a frente ingleses y alemanes poco esperaban aquel día salvo, quizás, la muerte.
Un soldado inglés, nostálgico de casa y de su familia se puso a cantar “Silent Night…”
Resonando su voz en el silencio de la noche, al otro lado, trinchera frente a trinchera, un soldado alemán le contestó cantando “Stillen nacht…”. Poco a poco se sumaron de uno y otro lado voces cantando la misma canción en dos idiomas. Al llegar el día, ambos bandos salieron de sus trincheras, intercambiaron regalos, jugaron al fútbol gracias a aquella canción que les había unido por encima de todas las diferencias que les enfrentaban en aquella guerra.
Era aquella canción que Joseph y Franz habían interpretado en la Misa del Gallo en Obendorf.
Hoy, más de doscientos años después, con cientos de interpretaciones en más de trescientos idiomas, siendo el tercer sencillo más vendido de la historia poco se entiende la Navidad sin esta obra, sin el “Noche de Paz”.
Su sencillez es tan clara y simple como su letra y es que, creas o no, transforma el tiempo y anuncia la Navidad.
Y es que los sentimientos si son claros, francos y nobles, si expresan todo el amor que puedes sentir no necesitan de más artificios ni complicaciones. Si das lo que tienes en tu corazón poco importa.
Dios ha nacido, Dios está aquí porque es Navidad, porque se transforma el mundo con apenas un villancico y todo es mejor, se apartan las penas y crece la felicidad, es lo que llaman el Milagro de la Navidad, porque Dios ha venido a salvarnos.
Gracias Joseph, gracias Franz. Gracias por el “Noche de Paz”
©Derechos de autor. Todos los derechos reservados.
Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones
Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.