Había una vez una mujer tan hermosa que robaba los ojos de quien la miraba.
Tal era su belleza que todo el que la miraba quedaba preso de su imagen y comparaba la felicidad con ella.
Ella era la medida de todo lo bueno, la comparación de la dicha y la medida de sonrisa.
Para el mundo era su diosa terrenal.
Siempre se lo digo a mis amigos, y ellos dicen que no, que no es así, que es guapa vale, pero que no es la mejor.
Entonces la vuelvo a mirar y les digo: “Vale, estaré enamorado”
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