La miro y es tan diferente, tan alta, casi desgarbada y sin embargo tan mujer.
Siempre la recuerdo marcando con sus curvas las hechuras de sus vestidos, sus formas, sus curvas...
Todo marcado por su sonrisa, que es la que te hace fijarte en su rostro, dónde luego te atrapan sus ojos, como una medusa silenciosa y tímida.
Ella con su corazón escondido protegido por normas y reglas, ella escondida con su timidez... Tan pasional que apenas descubre que por sus ojos, su boca y sus palabras se escapan sus sentimientos.
Mentiría si dijera que no quiero tenerla en mis brazos, amarla, tenerla junto a mí y acariciarla, dejarla que como Ariadna teja sus hilos para rodearme con su amor callado.
El pecado sería no quererla.
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