Ella decía ser dulce, amable y cariñosa pero su egoísmo, el hecho de desear siempre ser el centro de atención hacían disfrazar de felicidad lo que era posesión y control.
Incapaz de soportar la más mínima distracción sobre su persona, cuando veía que no estaba pendiente de ella, se quejaba, buscaba problemas y penas, lanzaba su voz como el veneno de una serpiente…
Así quedaban las oportunidades al amor enterradas en el capicho y en la vanidad de su persona
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