Su belleza escondía muchas cosas, pensamientos que eran más negros que su propio pelo.
Su sonrisa escondía su antipatía.
Sus ojos las arrugas de su alma y su boca sapos llenos de hiel.
Mimosa, consentida y resentida volcaba su amargura sobre tí acusándote de ser feliz y no buscar la infelicidad con ella.
Suerte que la distancia curó las heridas que causó su resentimiento.
Soy feliz sin que me cargue con sus propias miserias, se va bien con uno mismo y con quien quiera acompañarte
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